Madre y trabajadora: un espejismo en el siglo XXI

Feb 18, 2001 | Conciliar, Crianza

Para tratar el tema de la conciliación siempre me remito a casos personales. Las estadísticas ayudan, claro, pero todos vivimos o conocemos situaciones donde ser madre y trabajar es sinónimo de estrés y culpabilidad.

Mi caso, por ejemplo: madre de treinta y tantos, universitaria, idiomas, experiencia profesional, dos hijos y otro en camino. Busco trabajo permanentemente pero siempre con la prioridad del horario. Mi «lujo» sería llegar a casa hacia las tres de la tarde, o cuatro, justo a tiempo para pasar a recoger a mis hijos del colegio y disfrutar del resto del día con ellos. Ahora, que empieza a apretar la agenda escolar y los deberes se hacen un suplicio, me parece fundamental que al menos uno de los progenitores esté en casa.

Por eso me resulta triste la idea de que todas las medidas de reducción de horarios y excedencias se limiten hasta la edad de los seis años. Pero si es a partir de entonces cuando más nos necesitan a su lado! Por no decir lo que también nosotros (los adultos) les necesitamos a ellos. Cada vez que pienso en todo lo que nos perdemos de su infancia me vienen las (lúcidas) palabras de la ex vicepresidenta de Pepsi-Cola, Brenda Barnes, cuando dimitió de su cargo (imagino que después de una ardua trayectoria laboral): «No dejo mi puesto porque mis hijos me necesiten, sino porque yo les necesito a ellos”.

Lejos estoy de la situación de Brenda, porque mi trayectoria profesional era mucho más corta y modesta cuando llegué a un punto en el que no me merecía la pena perderme algo tan importante como la crianza de mis hijos. Esa decisión me llevó a crear la asociación «Natalidad y Trabajo», junto a otro grupo de madres y padres que estaban en una situación parecida, para alzar la voz y apoyar a todos los que trataban de compaginar la familia y el trabajo. Nos preguntábamos cómo lo hacían el resto de los padres y madres «asalariados» (porque trabajar, todos trabajamos…) Los que estaban en casa «a la fuerza» sentían frustradas sus expectativas profesionales, y los que estaban en la oficina de 9 a 9 vivían con culpabilidad su vida dentro y fuera de casa.

La primera misión de «Natalidad y Trabajo» se centró en crear un grupo de apoyo para las familias que pasaban por esa situación. Después de ver muchos casos personales, de ir conociendo la realidad de cada uno, nos fuimos entrevistando con expertos en distintas áreas. Margarita (demógrafa) nos contaba cómo las estadísticas estaban avalando lo que nos temíamos, la caída de la tasa de fecundidad hacía tambalear muchos esquemas para el futuro del país; Rafael (terapeuta de familia) nos apuntaba el peligro del ritmo actual de trabajo: parejas al borde de la ruptura, niños y adolescentes con problemas, estrés, ansiedad….; Lluís (investigador) nos daba envidia con sus estudios comparativos sobre políticas familiares en la Unión Europea (tan lejos de nuestros programas-parche de «ayudas» a las familias); y así un sinfín de personas que nos han ido mostrando cómo se concilia en España.

Dentro del pesimismo inicial, tengo que decir que nos ha aliviado ver cómo desde muchas empresas se empieza a dar pasos en pro de la conciliación. Y lo que es mejor, cómo los Directores Generales, o Directores de Recursos Humanos presumen de sus políticas familiares y de lo bien que les va a sus empresas. Esa es nuestra gran esperanza: que cunda el ejemplo.

También es un gran alivio ver cómo desde la sociedad civil las familias se van movilizando. Asociaciones como Nuevas Formas de Trabajo; Mujer, Proyecto Familia y Trabajo; Neixer i Creixer o desde el portal de Internet Mujeres Universia, han sido un gran apoyo a la hora de intercambiar impresiones, contrastar información y sobre todo tener la sensación de que esta sociedad no está perdiendo el norte, que vamos por buen camino.

Ahora mi situación profesional no puede ser mejor: trabajo desde casa unas horas al día, las suficientes como para sentir que mereció la pena las veces que dije «no» a las ofertas tentadoras de 9 a 9. Personalmente estoy feliz porque disfruto de mis hijos, y de cara al tercero sé que puedo amamantarle y «cortar el cordón umbilical» hasta que él lo demande y no a las 16 semanas que estipula la ley. Pero hasta hoy he pasado muchos momentos de rabia e incredulidad. ¿Por qué tener que elegir entre ser madre o trabajar? Es como un espejismo, me decía. Cuando eres estudiante no te imaginas que algo así te espera al insertarte en el mundo laboral e iniciar una familia (porque casi siempre se solapan estos dos momentos). Crees que todo esto es agua pasada y que a la gente de nuestra generación «ya no le puede pasar». Así es que cuando te sucede ves cómo tus sueños se van desvaneciendo cuanto más te acercas a ellos, como un espejismo.
Poco a poco los intereses se van aunando: el Estado, las empresas y las familias estamos todos en el mismo barco porque a la hora de conciliar todos salimos ganando. El Estado verá compensada su tasa de fecundidad, los trabajadores de las empresas rendirán mejor si sus horarios laborables son adaptables a su ritmo familiar, y, como consecuencia, las familias se consolidarán mejor dando una sociedad más estable y más sana.

Mientras, seguimos demandando y alzando la voz para que no se apaguen las buenas intenciones. Y si no para nosotros, al menos para cuando nuestros hijos sean padres y madres asalariados.

Artículo publicado en el Boletín de Conciliación de NFT

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